martes, 24 de marzo de 2015

La alegría de vivir

Hace tiempo, reinó en Mesopotamia un rey a quien le gustaba salir a pasear entre sus súbditos sin ser reconocido.

Un día, el rey se vistió con ropas sencillas humildes y salió por la ciudad a pasear, mientras caminaba le sorprendió una agradable musica que procedía de una humilde vivienda. Movido por la curiosidad entro en la casa.

-Bienvenido a la morada de Hassam  - dijo una voz -. Pasa y disfruta de la fiesta.

El rey comió, canto y conversó con su anfitrión:

- ¿ A qué te dedicas Hassam?
- Soy zapatero.
-¿ Y tienes dinero para fiestas?
- Para pasar un rato agradable no hay que tener mucho.

Lo que me sobra una vez que gasto la comida, lo gasto en divertirme.

¿ Y si el rey prohibiera tu oficio?

- Si claro como si el rey no tuviera otra cosa que hacer.
Al día siguiente el rey ordeno que se prohíba el oficio de zapatero.
Quien lo desobedeciera seria castigado.. Esa misma noche el rey fue a la casa de Hassam para ver qué había hecho su nuevo amigo y desde la puerta oyó el bullicio de una fiesta.

Que tu paz nos protejalo saludó Hassan  valla pareces adivino el rey a prohibido el oficio de zapatero.
 Y ahora con que te ganas la jornada bueno ahora soy aguador.
 Bueno y que pasara si el rey prohíba ese oficio? pues pensaría en otro.
A la mañana el rey prohíbo el trabajo de aguador.

Al ponerse el sol, visitó a Hassan  y, de nuevo, fui invitado a la fiesta de ese día allí el anfitrión le contó que también su segundo vaticinio  se había cumplido: ya no era aguador trabajo como criado explico y soy aun mas feliz que antes el rey comprendo que el tesoro mas valioso era su continua alegría.
-Tienes un corazón enorme Hassam merecías servir al rey.
Calla puede cumplirse dijo el y los dos rieron a carcajadas a la mañana siguiente unos guardias fueron y lo despertaron y lo vistieron de guardia y lo pusieron a vigilar la puerta del palacio.
  Esa noche Hassam como tenía de costumbre hizo una fiesta y le dijo al monarca que había vendido la hoja de su espada para poder hacer la fiesta.
A la mañana siguiente el rey le dijo que sacara su espada y se puso a rogarle a Alá el grande, que su espada se convirtiera en madera para que no lo descubrieran.
El monarca al ver lo ingenioso que era Hassam le dijo que él era el señor de las fiestas y puso a este de consejero real.

 

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